Jugaban, apostaban, invocaban la ayuda de los dioses en cada tirada y se alegraban si ganaban y maldecían si perdían. Ellos eran los hombres más poderosos de todo el mundo conocido, y también eran romanos. Por ello se permitían gastar grandes sumas en las apuestas lúdicas sin perder la sonrisa, eso sí, manteniendo siempre el respeto a la ley de prohibición de los juegos de azar más allá de las fiestas Saturnales. Ellos también se colocaban el gorro festivo como cualquier romano, y como no, jugaban albergados por la intimidad de la residencia imperial, cuando la ley impedía hacerlo. Ellos eran los emperadores de Roma. Gracias a Suetonio y su obra fundamental La vida de los doce césares, conocemos a tres emperadores especialmente dados al juego. Ellos son Augusto, Claudio y Nerón.
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