El sucesor de Claudio heredó de su padre adoptivo el gusto desmedido por el juego, y tal era su pasión, que apostaba siempre cantidades muy elevadas, 400.000 sestercios cada vez, según el biógrafo Suetonio.
Jugó a los dados cuatrocientos mil sestercios por punto.
(Suetonio, Vida de los Césares, Claudio, XXX, Trad: Vicente López Soto).
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